Javier miró la hora en el reloj de pared de la estación: las siete menos cuarto. Todavía faltaba una hora para que llegara Irene pero no quería llegar tarde.
Entonces le asltaron las dudas. Quizás no fuera buena idea, puede que un error. Quería salir corriendo pero las piernas le flojeaban.
Entonces decidió esperar. Puede que Irene fuera la mujer de su vida.
lunes, 31 de marzo de 2008
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2 comentarios:
Si empiezas con ese verde precioso todo estará bien te loa seguro!!!
Pero quién eres?
De dónde?
Me lees?
Y que te gusta de lo que escribo, la bloguera del siglo XXII?
Bueno, seas quien seas, eres bienvenido.
Puede que fuera la mujer de su vida... Pero de pronto se preguntaba y por qué?, habían existido miles antes que Irene y ahora al fin esta no era ni la más linda y mucho menos la más sexy, sin embargo una sensación telepática le inundaba, ansiaba mucho verle los ojos de trigre y poderse mirar en ellos... y de pronto se preguntaba, era él el domador o la presa?
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